Las experiencias que vivimos y las relaciones que tenemos con las personas de nuestro entorno pueden causarnos heridas profundas que pueden marcar nuestra vida. Algunas de esas heridas, como es el caso del abuso sexual, pueden venir del pasado y permanecer mucho tiempo o toda la vida. Aprender cómo sanar esas heridas es importante para poder tener una vida tranquila y más plena.
Las heridas emocionales, en muchas ocasiones, son la respuesta a esas situaciones que evitamos afrontar y, de acuerdo con la situación, pueden ser diferentes: heridas de rechazo, de abandono, de traición, de justicia. Durante la infancia, un periodo en que las personas son más vulnerables, surgen gran parte de estas heridas.
Algunos factores que resultan determinantes en la aparición de las heridas emocionales son los siguientes:
La edad. Entre menor edad, más grave resulta la herida.
La gravedad del hecho. Entre más grave sea la situación, más intensa será la herida.
La duración en el tiempo. Entre mayor sea el tiempo en que se repita la situación, más profunda será la herida.
La vivencia después del trauma. Si se decide comunicar la situación y se halla apoyo en ese proceso, la herida podrá sanarse en un periodo de tiempo menor y las secuelas pueden ser menores. Lo contrario ocurre cuando la persona en lugar de recibir apoyo, recibe recriminaciones y es revictimizada.